La oficina, ese lugar donde transcurre (o así lo era antes de la pandemia) un tercio de nuestros días, el lugar donde pueden germinar nuestros anhelos profesionales, o por el contrario, nuestras más profundas frustraciones a modo de espiral rutinario, un día a la vez, según sea nuestra afiliación y vocación. Si bien en nuestra opinión, la oficina está compuesta por dos partes: un alma y un cuerpo; que al igual que con las personas, ese cuerpo es el aspecto tangible con el que conectamos a través de los sentidos; mientras que el alma es ese carácter más abstracto, el espíritu del ambiente de trabajo reflejo de sus políticas empresariales. Igual que con las personas, cuando el cuerpo y el alma no están en equilibrio, no hay una buena interacción con el entorno, con las empresas sucede exactamente igual, si no hay políticas adecuadas y un espacio cuidadosamente diseñando, no podrá haber bienestar en los colaboradores y esto trasciende.
Aunque parezca imposible, ha sido en menos de cincuenta años que los espacios de trabajo han revolucionado hasta lo que son hoy en día, y probablemente ese proceso de cambio continúe, durante y después del Coronavirus. Para aquellos lectores millenials, basta con que atiendan Madmen en Netflix para que asimilen la realidad pasada y lo contúndete del cambio. Pasar de rígidas estructuras físicas sesgadas por la jerarquía, a espacios mucho más horizontales y abiertos, ha sido un proceso de evolución psicológica y profesional, entender la importancia de la comunicación, de la pausa, del trabajo en equipo, de la horizontalización de la organización, es reflejo de lo que vivimos ahora.
Muchas son las tendencias que podemos encontrar latentes en la actualidad, desde espacios abiertos y comunes de trabajo, puestos para trabajar de pie y fomentar la productividad, salones de reuniones más íntimos, lounge donde se puede trabajar con laptop en una posición más relajada, etc; pero lo que si no varía es que es una labor que se lleva a cabo durante 8 horas y que debe preverse el mayor confort y ergonomía para propiciar la productividad.
La contemporaneidad también hizo de la oficina, un espacio dinámico, es por ello que en los últimos años lo más normal era observar oficinas que sin incurrir en remodelaciones se adaptaban a los momentos a través de su distribución, explayándose o compactándose según fuese necesario, ahora más que nunca luego de la pandemia de Covid-19, la versatilidad espacial cobrará más vigor que nunca antes, pero también replanteará los verdaderos requerimientos de una oficina, no solo a nivel humano, sino a nivel funcional. Como bien reza la frase: lo que no se usa, estorba; en esta ocasión para algo ser usado debe ser compacto, multifuncional e indispensable, por ello entonces traduciendo eso al lenguaje del diseño, nuestro mobiliario deberá ser útil, duradero y bello; esto último porque es una inversión que impactará nuestras pupilas a diario; y nadie quisiera encontrarse algo que no fuese simplemente bello.
Se podría decir que la silla de trabajo es un elemento tan estético como funcional, después de todo si lo vemos a lo largo de la historia, la silla ejecutiva era epitome de jerarquía y señorío, esa magnífica silla, casi siempre de piel, de proporciones epopéyicas, muy en consonancia con las hombreras que se vestían en esa época, luego ha sido influenciadas por el modernismo y el minimalismo, líneas depuradas, desprovistas de todo lo superfluo hasta llegar a los 2000, es ahí un punto y aparte en el estilo, para la introducción de la tecnología nos ha llevado a la cima de la personalización del elemento, tal como la buena sastrería inglesas al comprar una silla podemos ser medidos y pesados para saber cuál se adapta a nuestros requerimientos, los nuevos materiales poseen una memoria que se amolda a las curvas de nuestro cuerpo haciendo así esa silla un elemento casi íntimo, tan irrepetible como nuestra huella digital. Es obvio que aunque la función de sentarse a trabajar es la misma desde siempre, las circunstancias que lo envuelven han cambiado tanto como el concepto de oficina y hasta la propia definición de confort y lujo.
Otro espacio que se ha usado para impresionar e impactar con poderío, son las salas de reuniones, esos mesones interminables donde se juegan los futuros empresariales, se sellan las alianzas estratégicas y se impresiona a quien se quiere atraer, al final tanto en la arquitectura como la moda, se trata de proporciones y encanto. Las salas de reuniones pueden ser ese espacio de uso esporádico donde se hace una reunión trimestral, o puede ser un franco espacio de trabajo donde sucede la magia cotidiana; este lugar tampoco ha pasado ileso de los cambios, las reuniones ya no necesariamente son presenciales, por lo que no es de extrañar que las telecomunicaciones sean tan importantes como los propios asientos; sistemas de audio y video son piezas tan indispensables como la propia mesa. Tampoco resultaría descabellado entender que empresas quieran extinguir las salas de reuniones, alegando que en oficinas abiertas, las reuniones suceden en el propio núcleo y que no hay cabida para encierros ni para secretos; al final esto no es una crítica moral, ni que opción sea mejor que otra, al final todo es cuestión de estructural y política de trabajo.
La tecnología en general ha sido el principal catalizador de los cambios de las oficinas, pasar de la máquina de escribir mecánica a la eléctrica, luego al ordenador, la llegada de las portátiles, las tablets, y ahora el trabajo se puede hacer hasta desde un teléfono móvil. Eso ha hecho que se compacten los escritorios, que aumente la demanda de tomas eléctricas, la disminución del archivo vivo en espacios físicos; sin embargo el archivo muerto, aunque suene contradictorio, sigue vivo, un poco en coma, pero vivo. La aparición de los archivadores móviles ha sido una bendición para aprovechar el espacio de una manera inteligente, pero esto no se lo debemos a los millenials, ya desde los años 80 convivimos con estas piezas, son más bien un vintage reinventado.
Si recordamos nuestro artículo sobre laminados y carpintería contemporánea, los nuevos materiales y revestimientos para mobiliario han evolucionado al punto de durabilidad y asepsia, son materiales que inhiben el crecimiento de hongos y bacterias en sus superficies, por lo que es una razón a considerar durante la escogencia de mobiliario, al final un concepto estético lo soporta el diseño, durabilidad y la materialidad.
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